Los turcos votaban hoy en históricas elecciones presidenciales y parlamentarias que se espera sean reñidas y constituyan el mayor desafío al presidente Recep Tayyip Erdogan.
La votación otorgará al cada vez más poderoso Erdogan un nuevo mandato de cinco años o colocará al país musulmán miembro de la OTAN en lo que su principal contendiente opositor llama una senda más democrática.
Las mesas cerrarán a las 17 (11 de Argentina), pero no hay sondeos a boca de urna y los medios tienen prohibido dar resultados parciales hasta una hora más tarde.
Por primera vez en sus 20 años en el cargo, los sondeos muestran a Erdogan, de 69 años, por detrás de su rival, Kemal Kilicdaroglu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP), de centroizquierda y prosecular, y candidato de una alianza opositora.
Si ninguno de los candidatos recibe más del 50% de los votos, la carrera presidencial se determinará en una segunda vuelta el 28 de mayo.
Un siglo después de la fundación de su república, Turquía está profundamente dividida entre Erdogan y su rival, de 74 años, que le saca algunos puntos de intención de voto.
El tercero en disputa es Sinan Ogan, a quien los sondeos atribuyen apenas unos puntos.
Unos 64 millones de electores, que también elegirán a su Parlamento, están censados en este país de 85 millones de habitantes, que tiene tradición de votar con índices de participación superiores al 80%.
Kilicdaroglu, cuyo partido (CHP) es el de Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, lidera una coalición de seis partidos que abarca desde la derecha nacionalista hasta la centroizquierda liberal.
Además recibió el apoyo del partido prokurdo HDP, la tercera fuerza política del país.
En 2018, en las últimas elecciones presidenciales, Erdogan ganó en primera vuelta con más del 52,5% de los votos. Si esta vez tuviera que disputar una segunda vuelta, ya sería un revés para él.
Grandes multitudes se reunieron frente a los centros de votación en los que sufragaron Erdogan y Kilicdaroglu.
“Todos hemos extrañado mucho la democracia. Todos extrañamos estar juntos”, dijo Kilicdaroglu después de votar en una escuela en Ankara, la capital, donde sus seguidores corearon “¡Presidente Kilicdaroglu!”.
Erdogan dijo que la votación estaba en marcha “sin ningún problema”.
“Tengo la esperanza de que después del conteo de la noche… habrá un futuro mejor para nuestro país, nuestra nación y la democracia turca”, declaró, informó la agencia de noticias DPA.
En esta ocasión, Erdogan llega a la votación en un país golpeado por una crisis económica, con una moneda devaluada a la mitad en dos años y una inflación que superó el 85% en otoño.
El terremoto del 6 de febrero, que derrumbó decenas de miles de edificios y causó la muerte de al menos 50.000 personas y más de 3 millones de desplazados, puso en tela de juicio la omnipotencia de un megapresidente que centraliza todos los poderes.
Precisamente Erdogan ha señalado como uno de sus grandes logros la modernización de Turquía a través de la construcción, en la que basó su éxito durante su primera década en el poder, desde que era primer ministro.
Sin embargo el terremoto evidenció la corrupción de contratistas y autoridades, que otorgaron permisos de construcción que no cumplían las normas antisísmicas.
Su rival, Kilicdaroglu, apuesta por el apaciguamiento y promete restaurar el estado de derecho y respetar las instituciones, afectadas en los últimos diez años por lo que sus adversarios califican de deriva autocrática de Erdogan.
Según las encuestas, sus discursos breves y tranquilos, en contraste con los de Erdogan, conquistaron a la mayoría de los 5,2 millones de jóvenes turcos que vota por primera vez.
Turquía, país miembro de la OTAN, goza de una posición privilegiada entre Europa y Medio Oriente y es un actor diplomático importante.
Erdogan acusa a la oposición de cercanía con “terroristas”, de ser “borrachos” y de defender los derechos LGBTQ, que según él son una amenaza para los valores familiares tradicionales.
En un intento por atraer a los votantes afectados por la inflación, aumentó los salarios y las pensiones y subvencionó las facturas de electricidad y gas, al tiempo que muestra la industria de defensa y los proyectos de infraestructura de cosecha propia de Turquía.
El mandatario amplió la alianza política de su gobernante Partido Justicia y Desarrollo, o AKP, con dos partidos nacionalistas para incluir un pequeño partido de izquierda y dos partidos islamistas marginales.
La Alianza Nacional de seis partidos de Kilicdaroglu promete desmantelar la forma de Gobierno presidencialista votada por estrecho margen en un referéndum en 2017 y hacer que el país vuelva a tener una forma de Gobierno parlamentaria.
La alianza dice que va a restablecer la independencia del poder judicial y el banco central, instituir controles y equilibrios y revertir el retroceso democrático y la represión de la libertad de expresión y la disidencia bajo Erdogan.
Fuente: Telam.