Esta fecha se conmemora por el nacimiento del comandante guaraní Andrés Guacurari y Artigas, Andresito.
Amargo o dulce, caliente o tereré; con cascaras de manzanas u hojas de menta y carqueja… El mate acompaña casi toda la vida de los argentinos: desde aquel que madruga y se ceba unos antes de ir a trabajar, del estudiante que aprovecha el silencio de la noche para preparar una materia hasta la de Lionel Messi en alguna concentración. Su sola presencia significa unión, amigos, familia… la unidad misma alrededor de un ritual tan argentino como Carlos Gardel.
Es tan popular que no hay personajes nacionales reconocidos que no hayan posado con un mate en la mano al menos una vez. Infusión misteriosa que capta la atención de los extranjeros que no dejan pasar la oportunidad de probar uno cada vez que pueden aunque luego frunzan la nariz mientras lo tragan.
Claro que la literatura argentina también lo hizo protagonista. Ricardo Güiraldes lo cita en la voz de su magnifica obra gauchesca, Don Segundo Sombra: “En torno al fogón, casi apagado, concluía de matear la peonada y ligué tres amargos que me despertaron un tanto. Vamos -dijo uno, y como si no se hubiese esperado si no aquella voz, nos desparramamos desde la puerta hacia rumbos diferentes”; también es parte de la obra máxima de José Hernández, el Martín Fierro, el gaucho reflexiona con un mate en mano.
Aunque su uso se remonta a los antiguos pueblos guaraníes, pioneros en consumir de diversas formas las hojas de yerba mate, bebiéndola con agua e incluso mascándolas, desde el 30 de noviembre de 2015, se celebra el Día Nacional del Mate. La fecha conmemora el nacimiento del comandante guaraní Andrés Guacurari y Artigas, Andresito, uno de los primeros líderes federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata y el único gobernador indígena de la historia argentina. En 2013, fue declarada “infusión nacional” por el Congreso de la Nación.
Bajo el designio de José Gervasio Artigas como Comandante General de Misiones, Andrés Guacurari y Artigas (Andresito) fue gobernador de la provincia Grande de las Misiones, entre 1815 y 1819, donde fomentó la producción y distribución de la yerba mate.
Según los investigadores, los primeros en usar las hojas de yerba mate como infusión fueron los guaraníes que no tardaron en hacerla objeto de culto y moneda de intercambio. El caá —yerba, planta y selva, en su lengua— era “un regalo de los dioses”.
Pese a ese tributo, los que difundieron su consumo y sus virtudes en el Virreinato del Río de la Plata fueron los conquistadores españoles y, más tarde, los Jesuitas comenzaron a cultivarlo en las reducciones guaraníes. Fueron ellos los que la popularizaron. Así, el mate comenzó a imponerse como costumbre que lleva siglos y que nadie la pone en duda.
El investigador Pau Navajas, y autor de Caá Porã. El espíritu de la yerba mate, dice queesta es una de las costumbres vigentes y sostiene que los independentistas de 1816 debieron cebarse unos mates durante las reuniones en la Casa de Tucumán.
“En 1816 había un contexto de comarcas aisladas, con fortísimos regionalismos, y el mate era uno de los pocos elementos transversales, como el poncho. Era un elemento de construcción de identidad común. Por ello, debe haber tenido un rol muy importante en esa fecha, algo bueno para investigar profundamente ya que ninguna crónica o ilustración muestra a los congresales tomando mate en las sesiones”, escribe.
También cuenta que nunca fue discriminado por clases sociales sino que la diferencia estaba en qué le agregaban y en dónde lo tomaban: los aristócratas le agregaban leche, crema, canela o clavo de olor. “Mandaban a labrar sus mates a Potosí, con la plata de ahí. Cuanto más ostentoso, elaborado y barroco fuera, más refinado se lo consideraba. También tenían la figura de la cebadora, que se ubicaba en las salas de las casas. En aquel entonces el mate se ofrecía como hoy se ofrece un té o un café”, describe.
“Y sentao junto al jogón, a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho. Mientras su china dormía tapadita con su poncho”, dice uno de los fragmentos el Martín Fierro, de José Hernández.
También lo citó Julio Cortázar en Rayuela: “Mirá, un mate es como un punto y aparte. Uno lo toma y después se puede empezar un nuevo párrafo”.
Para Jorge Luis Borges, la cita fue en la Revista Proa: “Iguálenos el mate parejo y compartido, el mate que es de muchos como el sol y la luna, volcancito que humea caliente como un nido, manso reló que mide las horas de la duda. Dele a su honda guitarra. Mi corazón la escucha. Y ella, igual que un aljibe, desparrama confianza”, Versos para Fernán Silva Valdés, de 1925.
En el cancionero milonguero, Francisco Canaro lo cita en “Tomá mate, tomá mate” (1951): “Tomá mate y avivate, que hay un dicho que dice: Recordate, que el que pisa nuestro suelo, no se va si toma mate (…) Yo, en cambio, en una ocasión, con mi china me enojé y mateando conquisté, de nuevo su corazón. Tomá mate, tomá mate, tomá mate, mi china, tomá mate que es mejor, sin duda alguna, que el café, que el chocolate”.
Para el cantautor y poeta argentino José Larralde, el momento de mencionarlo fue cuando compusola canción Mi viejo mate galleta: “En tu pancita verdosa, cuantos paisajes miré, cuantos versos hilvané, mientras gozaba tu amargo, cuantas veces te hice largo y vos sabías por qué (…) En esos duros inviernos, cuando la escarcha blanqueaba, tu cuerpito calentaba, mis manos con su calor, pa’ quel amigo cantor se prendiera a la guitarra”.
El autor Pau Navajas aconseja en su libro: llenarlo tres cuartas partes del mate; sacudirlo tapando la boca del mate con la palma de la mano; dejar toda la yerba de uno de los lados del recipiente para que al pararlo quede colocada en forma oblicua; echarle un chorro de agua fría o tibia en la parte del mate donde hay menos yerba, es decir, en la parte de abajo de la inclinación. Cuando la yerba se hincha, allí es donde se coloca la bombilla.
Además, recomienda cebar el mate vertiendo el agua lo más cerca posible de la bombilla para evitar mojar toda la yerba. De esta manera, conservará su sabor por más tiempo porque cada vez que volquemos agua al recipiente la yerba que está seca irá alimentando, liberando gradualmente, el sabor. Si se moja toda la yerba los mates se lavarán más rápido.
Finalmente recomienda no mover la bombilla una vez que se inicie el mate para que no se tape y para que la yerba seca no se moje.
“Cebar no es servir”, asegura el autor que sostiene que cebar significa “una acción en la que necesito poner una cuota de amor, de cariño y dedicación. La idea es que empecemos a cebar y no a servir mates”.
Además, escribe en su libro sobre la historia del mate: “La magia más grande que tiene el mate la heredamos de los guaraníes que la descubrieron. Ellos ordenaban su vida según un principio de reciprocidad porque consideraban que no era más rico el que más tenía si no el que mayor capacidad tuviera de compartir los bienes materiales y espirituales con los demás. Por eso cuando descubrieron la yerba mate y la hicieron parte de sus vidas, porque para ellos era una pócima, decidieron que la tenían que compartir. Y fue frente al fuego, que era sagrado, y pasándose un cuenco, que tomaron esta decisión. Hoy al mate lo compartimos gracias a ese gesto, a ese mensaje tan místico y tan mágico de los guaraníes”.
El arduo trabajo para recolectar las hojas de yerba mate es uno de los peores pagos del país. Dos tragedias, ocurridas en el año 2000 y en 2013, hicieron que modificaran las leyes de la actividad: el 2 de octubre de 2000 cuatro peones fallecieron en Aurora y el 17 de junio de 2013 hubo ocho víctimas fatales en Salto Encantado.
“Yo sé lo que sufre un tarefero. No vengo con historias que me contaron ni soy un paracaidista. Yo pagué con mi propia sangre. Durante años denuncié lo que pasaba con el transporte y en 2013 hubo otra tragedia y más muertos que en 2000. Ahí se empezó a controlar un poco más. Pero ojo, todavía falta mucho por mejorar”, dijo Oscar Rodríguez (48), uno de los sobrevivientes de la tragedia de Colonia Aurora, donde fallecieron cuatro tareferos, según lo cita Diario El territorio.
Ese 2 de octubre, Rodríguez perdió una pierna y unos trece años después un camión con tareferos volcó en Salto Encantado: entre las ocho víctimas fatales, tres eran menores.
El trabajo infantil es moneda corriente en la industria. Por eso, en 2017 la ONG “Un sueño para Misiones” inició la campaña “Me gusta el mate sin trabajo infantil” que apuntó a “erradicar el trabajo infantil de la cosecha de la hoja de la yerba mate” en esa provincia.
Al año siguiente, esa campaña bautizó el primer documental que realizó Posibl. (compañía multimedia) sobre los tareferos y el mundo detrás de la producción de la yerba que, pese a que no es nuevo ni sucede a escondidas, pasó desapercibido más de un siglo: desde hace 150 años en la cosecha verde trabajan niños. Ellos y sus familias (unas 25 mil) padecen una cruel realidad: el nivel de vida de los trabajadores de la tarefa es paupérrimo, son los que más trabajan y obtienen solamente el 1% de las ganancias. ¿Hasta cuándo se evitará ver lo que esconde la infusión argentina?
Unos meses más tarde, la compañía logró el crudo testimonio de un niño que contaba cómo era el trabajo allí.
Cuando le preguntaron dónde dormía contestó: “En una cama. La armamos de tacuara que es un palo así- muestra el tamaños con sus manos- y de ahí lo partimos por el medio y de ahí le arreglamos”.
Fuente: Infobae