Lo aseveró Jorge Cascallar, integrante de equipos de orientación de escuelas de barrios vulnerables.
Jorge Cascallar trabaja en establecimiento educativos de barrios vulnerables, fue hasta hace dos años coordinador del programa Envión en el barrio Saladero y esta mañana en diálogo con Radio Altos describió los problemas que encuentran en las aulas, principalmente, hambre.
“Muchísimos pibes en el jardín y en las escuelas primarias están preguntando después del desayuno cuánto falta para comer. Más allá de que en Bahía Blanca todavía hay una red muy importante respecto de la alimentación, los chicos muchas noches en el mejor de los casos lo único que tienen es té y pan”, aseveró.
Las instituciones educativas, remarcó, son las que contienen al día siguiente esa necesidad manifiesta de niños y niñas de alimentarse.
Si bien destacó la red formada por vecinos y vecinas solidarias, por Municipio y Provincia, dijo que “el hambre no se detiene tan rápido y tan fácil” y eso se traduce en que muchas personas envían a sus hijos e hijas al jardín o la escuela porque es la única posibilidad que tienen de comer.
“En las escuelas de jornada completa, donde se da desayuno, almuerzo y merienda, esto se ve claramente. Por eso que los lunes y los viernes se hace una comida reforzada para que puedan atravesar mejor el fin de semana”, señaló.
No solo se refirió a las infancias, sino que también alertó sobre la preocupación que va en aumento por la alimentación de las personas adultas. Dijo que están teniendo una muy mala alimentación y que priorizan destinar la mercadería que tienen a sus hijos e hijas.
Cascallar recordó que allá por el 2018 se presentaban casos de alumnos y alumnas que les contaban que cazaban loros para poder comer y ahora, afirmó, se están repitiendo esas situaciones, al igual que juntar cereal que cae en la ruta. Lo venden y con eso compran alimentos.
Sobre qué mirada tiene el resto de la sociedad sobre esos sectores vulnerables, consideró que el contexto actual es hiperindividualista, donde cada uno trata de salvarse solo. En contrapartida, recalcó, los procesos en los barrios vulnerables son habitualmente colectivos donde no funciona, como sí en la clase media, la racionalidad economicista.
“Entonces tenés gente que está muy comprometida en dar una mano y otra que no solo no le importa, sino que critica que haya alguien en bicicleta a la noche revolviendo la basura. Esa diferencia es trágica”, opinó.
Por último, Cascallar habló del proceso de deshumanización que muchos autores y autoras exponen en épocas o contexto neoliberales donde la racionalidad es economicista.
“Deshumanizás poniéndole números en lugar de rostros a las personas. Entonces hay algunas clases sociales que se van a asustar por los números, pero no se van a comprometer con lo humano”, subrayó.
Y expresó: “El camino es no preocuparnos, sino ocuparnos, no mirarlos desde lejos, sino empezar a ser solidarios en el sentido de poder conversar con el otro de estas cosas. La gente está como muy individualista en el peor de los sentidos”.