Apenas se conoció la noticia saltaron a la memoria dos charlas sobre finales del año pasado.
Una, cara a cara, café de por medio en una de las esquinas céntricas de la ciudad. La otra, una conversación escueta pero contundente a través del WhatsApp.
Hubo dos denominadores comunes: 1) fue con empresarios. La primera con alguien que ocupó un cargo relevante (hasta hace un par de meses) en una de las empresas multinacionales con asiento en la zona portuaria, y la otra con alguien de acá, de nuestra ciudad. 2) fue una consulta desde nuestro interés periodístico en medio de la polémica por la construcción de la mega planta de Petronas/YPF.
El de la empresa multinacional aportó el dato de una reunión que tuvo lugar en Brasil a mediados del año pasado y de la cual participaron periodistas, la mayoría brasileños, y la presidenta de Petronas.
La conversación a través del whtasapp con el empresario bahiense, se trató de una análisis basado en el sentido común y en su olfato, no porque tuviera datos precisos.
El empresario de la multinacional, entre café y medias lunas, dijo: “ante esos periodistas, y en estricto off, la presidenta de Petronas avisó que la inversión sobre la cual venían trabajando desde hacía 10 años, frente a la discusión y a la mirada del gobierno nacional sobre el estado, preferían dar marcha atrás con el proyecto. Ni Bahía ni Río Negro”.
El empresario de Bahía, dijo: “olvídate de esa inversión. Por varios años tendremos barcos otra vez”.
Y todo acaba de confirmarse. Los dos tenían razón. Uno con dato preciso. El otro a través del sentido común empresarial…
La Argentina, en principio entonces, más allá de cualquier otra consideración (seguramente válida) sobre la eventual calidad del proyecto y sus directas consecuencias en términos medio ambientales, derrame de dinero y proyección en el mundo del trabajo, se ha perdido una gran inversión.
Y resulta paradójico: un gobierno que en su esquema de política económica entiende a la inversión de capitales extranjeros y/o mixtos como una de las palancas del desarrollo y del bienestar en el marco de la más absoluta libertad de mercado, por su estrechez ideológica, por su miopía y hasta por su ignorancia caprichosa, deja en el camino unos 40 mil millones de dólares.
Porque hay que decirlo con todas las letras, por lo menos en función de cómo se planteó la discusión en los primeros meses del año pasado: esto es responsabilidad absoluta del presidente Milei y su discurso sin fundamentos en torno a los zurdos, a los comunistas, a los boluprogres, conceptos, entre muchos otros, que dirigió al gobernador Kicillof por no adherir al famoso RIGI.
“El presidente Javier Milei afirmó que el megaproyecto de YPF y la malaya Petronas se realizará en la provincia de Río Negro y no en Buenos Aires porque tiene el lastre de tener a Kicillof que es un un expropiador serial. Si hubiese querido hacer las cosas bien, se hubiera adherido al RIGI nacional”, se podía leer sobre julio del año pasado en todos los medios.
Acá, entre nosotros, todos se juntaron para la foto, nadie quiso quedar afuera por entonces porque se entendía que la inversión iba a significar poner a la ciudad a jugar en ligas superiores.
Y acá entre nosotros, no solo se anduvo a los codazos para salir en esas fotos y participar de todas las reuniones para mostrar la fortaleza de Bahía y ese porvenir brillante y auspicioso (siempre nos preguntaremos por qué no se hizo lo mismo post inundación), sino que además hubo una carrera para llevar un proyecto superador de RIGI o plantear la necesidad de adherir al famoso RIGI nacional, incluso desde el Concejo Deliberante
Bien… es válida la pregunta del comienzo:
¿Y ahora qué hacemos con el Rigi?