Ariel Ferro sufrió la fractura de la pelvis, del pie izquierdo y de cuatro lumbares. “Nunca me llamaron del club ni de la Municipalidad”, aclaró.
Una de las víctimas del derrumbe en Bahiense del Norte, durante el trágico evento climático que mañana cumplirá dos años, envió una carta documento en la que le reclama a la Municipalidad un millonario resarcimiento económico.
“Quiero que sea ejemplificador, que todas aquellas instituciones que reciban personas, que la gente esté resguardada, que se sienta segura”, expresó Ariel Ferro esta mañana en diálogo con Radio Altos.
Ese 16 de diciembre de 2023 se encontraba en la tribuna de la cancha ubicada en Salta 28 cuando el fuerte viento tiró encima suyo y de decenas de personas la pared de grandes dimensiones.
Sufrió fracturas en la pelvis, en las últimas cuatro lumbares y en el pie izquierdo. Tuvo que someterse a cinco intervenciones quirúrgicas en Bahía Blanca y en la Ciudad de Buenos Aires y hoy sigue conviviendo con dolores y las secuelas de las graves heridas sufridas.
“Yo no tuve por parte ni del club ni del Municipio ni siquiera un llamado para saber si necesitaba algo o para saber si estaba bien. Todo me lo tuve que costear solo. Mis viejos estuvieron conmigo los 44 días que estuve internado en Buenos Aires y la obra social se portó excelente conmigo”, aseveró.
Sobre esa tarde noche de sábado en la que su vida cambió por completo, dijo que recuerda todo, de hecho indicó que en ningún momento perdió la conciencia.
“Nosotros hicimos todas las cosas para estar en ese momento, en ese lugar. Siempre nos sentábamos en otro lugar y ese día cuando llegamos, no había tormenta, hacía calor, estaba un poco nublado, el desenlace de la tormenta se dio más tarde, y nos sentamos en otro lugar. Como entró agua mi hijo me dijo, vamos al fondo, nunca habíamos ido ahí, y nos fuimos para ese lugar. Decidí irme hasta arriba de la tribuna, lo mismo hizo mi hijo, pero estaba a un costado. Me senté y no pasó ni siquiera un minuto que vi entrar agua por un costado, bajé la vista, volví a mirar para arriba, y vi cómo se movía la pared, me alcancé a parar y a decirle a mi hijo, corré, y cuando levanté la vista ya se estaba cayendo la pared encima nuestro”, relató.

Segundos después apareció sentado en la tribuna con escombros encima. Vio a su hijo caminando, rengueando y con sangre en la cabeza a pocos metros, y cuando quiso moverse no pudo hacerlo: “tenía las rodillas abiertas, y cortes en la cabeza; como pude bajé con mis brazos hasta el piso, hasta que llegó Feli, el profesor de patín, y le pedí que por favor me lleve hasta donde estaba mi hijo, en el camino escuchaba gritos, a gente gritando nombres y veía a personas lastimadas”.
Fue trasladado al Hospital Municipal donde cinco días después se despertó con tutores en su cintura y yesos: “estaba todo vendado”. Luego de un mes fue derivado al Instituto del Diagnóstico en CABA donde permaneció más de dos meses y medio.
“Volví después de 74 días internado, donde estuve preso en una cama porque no me podía mover, no tenía fuerza ni para levantar el pie de la cama o para sentarme. La primera vez que puse los pies en la tierra fue cuando volví ese 3 de marzo de 2024 a Bahía para poder empezar a rehabilitarme. Me miré en el espejo cuando llegué a mi casa y fue fuerte porque me desconocí; había bajado 25 kilos y cuando me puse nuevamente mi ropa, todo me quedaba grande”, contó.
“El gran cambio que tuve que hacer fue que mi cabeza, que mi mente acepten que no era la misma persona porque físicamente no era lo mismo, De un momento a otro todo cambió en mi cuerpo, pero mi cabeza seguía pensando que estaba como antes y no era así”, expresó.
Siguió adelante, destacó, con la fuerza de su familia, de sus hijos y de muchas personas que sin conocerlo lo alentaban. “La sigo peleando, sigo trabajando en el mismo lugar (en el área comercial de juna distribuidora), pero me cuesta trasladarme con facilidad porque parte del pie izquierdo por el daño que tuve ahí y por la lesión en la columna, lo tengo dormido”. Puede andar en bicicleta y caminar, pero pocas, pero ya no puede correr ni jugar al fútbol como lo hacía.
“Ese hormigueo en el pie es parte de mí y siempre me trae recuerdos de lo que me pasó y de que no volví a ser la misma persona”, remarcó.
“Aprender a reconocerme fue un proceso fue muy triste. Yo llevaba una vida relativamente sana, iba al gimnasio diariamente y quería llegar a una determinada edad bien, pero llegar hoy a mis 47 años como estoy, la verdad que fue triste”, agregó.
Los dolores, señaló, están presentes todo el tiempo y no puede evitarlos: “Cuando me veo en el espejo me siento triste, me agarra congoja, pero por lo vivido ese día, por verlo a mi hijo con cuello ortopédico y con un corsé durante dos meses y pico. Me trae recuerdos, tengo muchas pesadillas”.
Ariel afirmó que el convivir con “este nuevo cuerpo” y sus limitaciones es parte de su vida y volvió a valorar el apoyo de su familia para transitar todo el proceso. Su hijo, indicó, está bien, con dolores en el tobillo cuando camina mucho. “La verdad que la llevamos bastante bien y nos acompañamos. Nos va a quedar para toda nuestra vida esto que vivimos”, manifestó.
Sobre la causa judicial, admitió que trata de no interiorizarse tanto en el tema, pero sí su familia, amigos y abogados lo “tienen al tanto”.
“Me gustaría que las personas encargadas de tomar las decisiones cumplan con lo que tienen que hacer, y sobre todo que se hagan cargo de lo que no hicieron”, reclamó.
Y, por último, habló de las pesadillas que tiene y contó que su hermano menor lo ayudó. “Esa noche del 16 de diciembre el cielo estaba rojizo, había mucho viento. Tenía muchas imágenes que me despertaban, con imágenes rojas, con sangre, con viento, con ruido. Muchos gritos de personas llamando a otras personas, nombres. Las pesadillas se fueron calmando, trato de mantenerme ocupado. La verdad que no es algo lindo, sí tengo la suerte, gracias a Dios, de que mi hijo estaba bien, herido, pero hoy lo tengo”, finalizó.