Coope Borlenghi
Editorial - 02/05/22
Editorial - 02 de mayo 2022, 10:30

Escrita por Luis Alberto Cano

Un traje y un par de zapatos

Era una tarde agradable. El solo comenzaba a esconderse. La memoria me lleva a un otoño de hace varios años. Muchos.

Esos días apacibles que suele regalarnos el comienzo de la estación de los colores en Bahía. Cielo diáfano (más en la época de la que estoy hablando). Nada de viento. Buena temperatura.

Calle Castelli al 1400 de tierra. Pocos eran los autos que pasaban. Estábamos con “la Electra” (o sea mi mamá) en la puerta, mirando para el fondo de la calle, hacia la izquierda. La única manera de saber si venía lo que hoy es la 517. No había GPS que indicara hasta último momento por dónde venía el colectivo, obviamente.

El barrio “llegaba” dos cuadras más allá. De ahí al canal solo yuyos, pastizales, potreros. Y después del canal, ni hablar…Era toda una excursión pasar esa frontera. Nos sentíamos exploradores, aventureros… “Nene no te vayas muy lejos” decían las madres… y eran tres cuadras, solo tres cuadras…

Esa tarde, apareció por la vereda, cruzando Martín Rodríguez, un vecino de pelo rubio que vivía en el límite de la “civilización” por entonces. “Buenas tardes”, dijo muy amablemente. Y por supuesto “la Electra” respondió… “buenas tardes”.

A mi impresionó el paso rápido del hombre y su vestimenta. Impecable. Traje azul. Camisa blanca. Corbata al tono. Peinado a la gomina. Ni un pelo para allá. Ni un pelo para acá. Era un fotógrafo que los fines de semana se juntaba unos pesitos sacando fotos en casamientos y cumpleaños.

“Viste mamá la pinta que lleva el vecino hoy… Debe tener una fiesta importante”, dije. Y “la Electra”, que no era “la vieja” por entonces, sino mamá, me miró y me dijo llena de sentido común… “Si mucho traje, mucha corbata, mucho peinado, pero mirale los zapatos…”

Y los zapatos, que eran negros, tenían barro en los tacos y asomaba sobre la suela a los costados. Comprendí lo que me quiso decir “mi vieja”… (seguramente por aquella anécdota ahora tengo el toc, todas las mañanas, de pasarle una franela a los “timbos”  y cada tanto un poco de cobra o de Wassington, cepillo, y franela para resaltar el brillo).

Esta anécdota particular y sencilla, se asemeja ( creo ) a la idea que tiene esta gestión sobre la cosa pública.

El vecino con el traje impecable y el peinado engominado es el centro. Es lo que se ve. Es el proyecto de la Plaza del Básquetbol, por ejemplo…El golpe y la impresión (favorable) a primera vista. 

El barro en los zapatos, son los barrios. Es la periferia. Lo que no se alcanza a ver.

Es la otra ciudad. Es lo que “las Electras” de hoy advierten a diario…

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