Coope Borlenghi
Editorial - 28/12/22
Editorial - 28 de diciembre 2022, 10:31

¿Qué le pasó a nuestra sociedad?

Hace gala de su impertinencia. Hasta diría que goza en su intento de provocar alguna discusión aunque a veces le cueste sostenerla sobre la base de argumentos sólidos. Se va por los laterales cuando se siente acorralado. Es ese un mecanismo de defensa (primero,) y segundo una forma de seguir provocando.

Es cierto que capitaliza la atención en cualquier tertulia. Se asemeja por momentos al chanta argentino, pero resulta absolutamente querible.

Un día, no hace mucho, me invitó a su casa (es un buen anfitrión). “Vení a comer, tomamos una copa y charlamos de la vida”, me dijo.

Y allá fui. Entre salamines, jamón, queso y un plato típico de la gastronomía árabe, disparó la pregunta: “escuchame una cosa… ¿qué le pasó a nuestra sociedad?” .

Pasaron un par de meses desde entonces y la pregunta no redondea una respuesta. Y hoy me volvió a dar vueltas (sin salamines, jamón, queso y plato árabe, vale decir al margen…).

¿Qué le pasó a nuestra sociedad?. Y, en verdad es una pregunta difícil, mucho más para este ciudadano. Una pregunta que seguramente merece respuestas con muchos matices.

Trataremos de ensayar alguna aproximación sobre la base, por ejemplo, de lo que uno entiende, ve, observa, intuye, sospecha, pasa acá, entre nosotros, en esta Bahía Blanca querible que siempre nos promete un futuro venturoso.

Debemos aclarar que es tan solo una mirada cargada con nuestras propias subjetividades, como no podría ser de otra manera. Una visión si se quiere seguramente segmentada, parcial. De ninguna manera con pretensiones abarcativas. Por el contrario…

Se trata de una impresión que apunta a uno de los sectores de la sociedad: el del poder. Poder formal, y poder fáctico.

Sectores que motorizan al resto de la ciudadanía con sus decisiones. Los que marcan el camino. Los que definen el derrotero.

Y esos sectores, desde hace algún tiempo en la ciudad han apostado y apuestan al statu quo. Al “no hagan olas” del viejo y escatológico cuento.

Nos quieren hacer creer, y en muchos casos lo logran, que está todo en orden en la ciudad. Que no hay nada que discutir. Y si se discute que sea por un “ratito nomás” y por cosas, situaciones y hechos superfluos. Insignificantes en términos de valoración social.

No hacer ruido parece ser la consigna que cruza a los sectores de ambos poderes frente a determinados temas, seguramente porque deben creer que el silencio es lo mejor que le puede suceder a quienes de una u otra forma, toman decisiones, sin advertir que, como se dice habitualmente, el silencio también a veces suele ser atronador.

No todo se puede minimizar. No todo se debe ocultar. Las sociedades crecen y se desarrollan (desarrollo entendido en términos de progreso y no solo económico), sobre la base de los valores democráticos y republicanos (estamos usando tanto estos conceptos que se los está vaciando de sentido y contenido).

Y el crecimiento y el desarrollo, abrazados como conceptos abarcativos, deben tender al objetivo del bien común y del interés general. No se puede ni se debe permitir la construcción de una sociedad que solo persiga el interés particular.

En Bahía Blanca, las mayores responsabilidades están del lado de quienes hoy definen los límites de la institucionalidad. Esto es, la administración municipal legítimamente elegida por el voto del ciudadano para cumplir un mandato.

Es absolutamente necesario, imprescindible diría en los tiempos que corren frente a la magnitud de la crisis social y humanitaria que rodea a la ciudad, que se termine esa idea de “no hagan olas”, del “statu quo”, de la indiferencia, de la minimización de los conflictos, de no querer entablar discusiones, de dejar pasar lo que no hay que dejar pasar, de las “vacas sagradas” de la ciudad sobre las que no se puede discutir…

Es una tarea también  para los actores que no tienen la responsabilidad del ahora y del momento en la toma de decisiones, pero que forman parte del poder formal y del poder fáctico (especialmente los empresarios); poder este último que sigue tejiendo relaciones, que se traducen en negocios en muchos casos no aclarados sobre la mesa de la tan meneada transparencia informativa, ante la mirada complaciente de quienes deben fijar los límites.

Una aproximación a la pregunta provocativa del anfitrión sería entonces responder que Bahía, la sociedad, quienes formamos parte de ella con mayores o menores responsabilidades, tenemos la obligación de asumir nuestro compromiso y exigirle a quienes manejan algunos resortes del poder que ya no es posible mirar para otro lado.

Como dicen que dijo un parlamentario inglés en el siglo 18 cuando lideró una campaña en contra de la esclavitud: “ Habiendo escuchado esto, pueden elegir mirar para otro lado, pero nunca más podrán decir que no sabían” .

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