Para un argentino, el alfajor no es solo una golosina: es un pedacito de infancia, de kiosco de la escuela, de viaje en ruta o de pausa con café en la oficina. Está tan naturalizado en nuestra vida cotidiana que pocas veces nos detenemos a pensar en lo que representa. Pero, ¿qué pasa con quienes lo prueban por primera vez desde afuera? ¿Logran entender esa devoción nacional?
La respuesta es un rotundo sí. Al menos eso quedó demostrado en el último ranking publicado por TasteAtlas, el portal gastronómico internacional que se dedica a mapear los sabores más emblemáticos del mundo. Según su flamante lista de las mejores galletas del planeta, el alfajor no solo compite entre clásicos globales: directamente se quedó con el puesto número uno.
El resultado consagra al alfajor como la galleta más querida a nivel mundial, confirmando lo que en Argentina siempre supimos de manera intuitiva: que detrás de esas dos tapas suaves y ese corazón de dulce de leche se esconde un símbolo universal de placer.
TasteAtlas es un portal gastronómico internacional creado en 2018 por el periodista croata Matija Babić. Su objetivo es ambicioso pero simple: mapear los sabores del mundo. La plataforma funciona como una enciclopedia digital de comidas, bebidas e ingredientes típicos de cada país, con miles de fichas que van desde platos icónicos hasta preparaciones menos conocidas.
El sitio se nutre tanto de la investigación de su propio equipo editorial como de las valoraciones de miles de usuarios que participan calificando y compartiendo experiencias culinarias. A diferencia de otras guías que apuntan más al turismo o la alta cocina, TasteAtlas pone el foco en la autenticidad: busca destacar esas recetas que forman parte de la identidad cultural de cada región.
En pocos años, se convirtió en una referencia global. Sus rankings —que incluyen desde los mejores panes y pizzas hasta las sopas, postres y carnes más sabrosas del planeta— suelen viralizarse en redes sociales y despertar orgullo (o polémica) en los países involucrados. Y ahora, con el alfajor argentino en la cima de su lista de galletas, volvió a poner a la gastronomía local en la conversación mundial.
Los compañeros de podio del alfajor
En los siguientes puestos del ranking de TasteAtlas aparece la melomakarona, una galleta griega tradicional de Navidad. Se prepara con aceite de oliva, harina, sémola, ralladura de naranja y especias como canela y clavo. El toque distintivo llega después de hornearlas: se bañan en almíbar de miel y se espolvorean con nueces picadas. En Grecia son infaltables durante las fiestas y representan hospitalidad y celebración.
Otro clásico que se ganó un lugar es la cookie de chips de chocolate, nacida en Estados Unidos en la década del 30. Creada casi por accidente en la posada Toll House de Massachusetts, se convirtió en una de las galletas más famosas del mundo. Crujiente por fuera y suave por dentro, es la favorita de cafeterías, meriendas caseras y cadenas de fast food en todo el planeta.
Holanda aportó la stroopwafel, dos finas obleas de masa que encierran un relleno de caramelo espeso. Su consumo tiene un ritual: se coloca la galleta sobre una taza de café o té caliente para que el caramelo se derrita lentamente. Aunque es un ícono neerlandés, su fama se expandió tanto que hoy se consigue en aeropuertos y supermercados internacionales.
Finalmente, desde México llega el marranito, un pan dulce en forma de cerdito elaborado con piloncillo (azúcar sin refinar), canela y especias. Su textura es más cercana al pan que a la galleta, pero se consume como ambas cosas. Es típico de panaderías tradicionales y suele acompañar el café con leche en desayunos y meriendas. Más que un dulce, es un símbolo de la repostería popular mexicana.
Que el alfajor haya llegado a lo más alto del ranking no hace más que reafirmar lo que los argentinos intuimos desde siempre: no es solo una golosina, es parte de nuestra identidad. Entre dos tapas y un relleno de dulce de leche conviven historia, ingenio y esa costumbre tan nuestra de compartir. Que el mundo lo reconozca en la cima habla de su peso cultural y de la fuerza que todavía tiene para seguir cruzando fronteras y enamorando paladares.
Fuente: Clarín